martes, octubre 21, 2008

Carta a una mujer perdida....

¿Cómo son las mañanas en Suecia...?
Frías, me imagino. Seguramente no son como nuestras mañanas escapadas; como esas dos horas que nos tomamos del mundo, para tratar de construir una frágil fantasía, tan hermosa como efímera. Ese par de horas en que nos escondemos del mundo y derramamos lo que por años estuvo guardado…. esperando. Recuerdo lo que me decías: los suecos hacen el amor por la mañana que es la mejor hora del día para compartir la cama…. Me hubiese gustado estar en tu cama sueca, pero en lugar de ello estoy sólo, a medio mundo de distancia, entre la neblina y la garúa, en nuestra montaña, tratando de imaginar cómo son tus mañanas.

Hace tiempo que no escribo. Casi tanto tiempo como el que no sueño. Casi tanto como es el tiempo que no vivo… que no vivo contigo. Pero cuando escribo lo hago para ti. Cuando sueño lo hago contigo. Y si aún vivo sin ti, es porque se que en algún lado estás, que en algún lado existes, que en algún lado sueñas… y que, tal vez, sueñas conmigo. Tal vez en nuestros sueños nos encontremos y podamos vivir dormidos esas fantasías que le robamos algún rato a la vida… esas fantasías de dos horas. Dos horas de ensueño.

Me gustaría nuevamente sentir tu cuerpo, tu piel, tu respiración… acariciarte, tenerte en mis brazos, hacerte el amor; dormirme contigo a mi lado… ¿Qué hubiera pasado si hubiésemos ido juntos al otro lado del mundo , si hubiésemos supuesto que somos libres para amarnos… aunque solo fuesen quince días? Es mejor no saberlo, solo imaginarlo, antes que someterse a la cruel tortura de volver al mundo del día a día, al mundo real, al mundo que no tiene espacio para la belleza y el amor… volver a la tierra luego de haber vivido 15 días en el paraíso. ¿O es que esos 15 días en el paraíso hubiesen bastado para justificar toda una existencia… años de sueños rotos, de lágrimas, de corazones frustrados; años de tratar de buscarle otro sentido a la vida, otro que no fuera la inútil esperanza de vivir en ese paraíso? ¿Valdría la pena? ¿Podríamos decir “quince días contigo y después morir”, o, peor aún, podríamos volver a la vida normal, corriente, gris, sin sueños, sin pasión, sin fuego, sin amor…?

Aunque pasan los años sigo sin saber interpretar tus palabras y tus silencios. ¿Qué piensas? ¿Qué es lo que vas a hacer? ¿Por qué nuevamente desapareces sin decir nada….? ¿Cuáles son tus planes? ¿… juego yo algún papel en el drama de tu futura vida? Mejor dicho ¿sigo jugando algún papel… o este fugaz reencuentro sirvió para exorcizar los fantasmas del pasado y eso es, o fue ya, suficiente para suprimir mi personaje del guión de tu vida y, de ahora en adelante, ya no existen lobos en ese cuento? Siempre he sentido miedo de preguntarte eso… Es como si la pregunta, por si sola, pudiera cerrar un capítulo de mi vida que no quiero cerrar sin saber si habrá más capítulos, sin estar seguro de que al dar vuelta a la página y leer la respuesta, no aparecerá la palabra FIN… Como si el no saberlo pudiera cambiar en algo la realidad. Yo, que siempre pensé que la realidad es lo que tú quieres que sea y que todos tus sueños se cumplen tarde o temprano; que siempre esperé volver a encontrarte; que siempre supe que tras alguna de esas tantas puertas que desesperadamente he abierto en mi vida aparecerías tu nuevamente. Yo, que nunca perdí la fe de que así sería, ahora no se qué pensar… Y es a eso a lo que le tengo miedo: a no poder imaginar un futuro; a no saber qué vendrá después, a no tener más deseos, más esperanzas, más sueños… ¿Cómo puede materializarse una realidad en la que nadie ha soñado? ¿Cómo puede volverse realidad un sueño que no existe?… y me parece que tu tampoco sabes qué será, qué pasará, dónde, cómo y con quién estarás dentro de unos años. Lo único que en tu vida esta claro, es que estés dónde estés y con quién sea que estés, tu hijo estará contigo… Ahora no puedo imaginarte sin tu hijo. Ahora, entre las imagines que evoca tu recuerdo, siempre estás tu con tu hijo, jugando en el parque o ayudándolo a bajar de un árbol de aguacate.

A veces me imagino charlando contigo, como buenos amigos, tomando un café. A veces me imagino a los dos con una hija… A veces imagino que ya no te imagino, que ya no estás siempre presente. ¿Será que después de tantas vidas perdiéndonos y encontrándonos, será que después de tanto y tanto tiempo de haber vivido una y otra vez entre malos entendidos, palabras no dichas, sentimientos no confesados, de haber vivido tantos desencuentros, este sea el final de la historia?... sin rencores, sin dudas, sin odios, sin mentiras, sin miedos, pero también sin un final feliz, sin un amor eterno.