Hoy estabas sola.
¿Sabes cuantas veces pedí al destino encontrarte sola?
Nadie podría recordarlo.
Solo yo que tengo tu imagen en mi mente y que para mi es tan real como tu misma.
Sabes las veces que esperaba la hora del paseo, después del almuerzo, cuando tú te creías tan libre de miradas y yo simplemente esperaba.
Los paseos en que, desde lejos, veía, como hipnotizado, tu pecho. Y pensaba: que lejos estás de mi.
Miro tus ojos hoy.
Años después de tus paseos.
Años después de cualquier recuerdo.
Hoy cuando no soy más que un irreverente deseo. Cuando bailando contigo me hubiese gustado ser más que un cautivo de tu rostro y de tu cuerpo, ser un cautivo de tu corazón que no tiene más remedio que vivir de tu amor pasado, porque en el presente heredado, no somos más que sombras que en algún momento se vieron y que hoy buscan donde andar su desencuentro.
Pero todavía somos dos.
Dos para pensar y dos para amar.
Tu eres tan independiente como yo, y aunque tus ojos no demuestren más que un velo oscuro, en que solo tus párpados podrán decir si me sigues viendo... no me queda más que amarte.
Aun sabiendo que no te importa nadie.
Porque eres mi pasado y mi futuro, pleno o simplemente duro,
no habrá nadie más sin ti.
Y,.... como dice la canción, si tu no estas aquí...
Pero esas son cosas que como el aire se van.
Tan ligeras, que nada queda.
Si tu no estas aquí, queda un vacío eterno.
El que deja tu alma y tu cuerpo, cuando te busco en el silencio.
Tu boca nada dice, esta siempre serena.
Incluso cuando una sonrisa distante la inquieta.
Pero me deja tan clavado en el tiempo, que hasta respirar en tu cuerpo sería pecado.
No te ofrezco la luna porque ya he regalado miles.
No te ofrezco a mi mismo, pues no soy más que un tonto peinando recuerdos.
Solo te ofrezco mi alma, perdida en tus ojos negros.
Mi cuerpo, disuelto en tu cuerpo.
Mi mente pensando en tu tiempo, ese tiempo no nos pone tan lejos.
Sin embargo, ahora te veo.
Estas tan junto a mi que creo que mis deseos te pueden atrapar, que solo con mis gestos te puedo enamorar.
Extiendo mi mano, y pasas de largo, tan limpiamente como si yo solo fuera el vacío, estas ahí y no te puedo tocar.
Por favor, estoy aquí, bien abajo, en el rincón que nunca alcanzas.
En el rincón en que buscaste tus últimos deseos y nunca te apareció un sueño.
El sueño que no nació, de tus besos.
El sueño que nunca vivirá esta realidad prohibida y, sin embargo, dulce.
Y yo que pensé que te vería de lirios junto a mi, solo podré levantar el velo de tus recuerdos.
Aunque levantaste la mano, tu destino tiene otro dueño. Y no soy yo. Aunque por un instante te robe el sueño, hay alguien más, que se me adelanto. Y para la canción de otro queda tu nombre y tu cuerpo.
Ayer, cuando te volví a encontrar, luego de muchas vidas separados, ya tu belleza tenía otro dueño.
Y contigo se me fue todo, mi amor y mi vida, incluso mis sueños.
Qué se esconde detrás de tus ojos, por qué estas siempre sola?
Tu dijiste que el elixir de las penas, convertido en jugo de caña, se apoderó te tu ser, pero a mi me pareció que tu cuerpo fue quien, finalmente, encontró su camino, un camino tantas veces transitado y sin embargo nuevo y desconocido.
Pero qué nos puede apartar de un sueño, aunque pensemos intentarlo, como un pequeño siempre estará allí, impertinente y desafiante, donde nos encontremos. Aunque nos desencontremos como dos disimulantes extraños.
Tu estás allí.
Yo estuve allí.
Aun te puedo ver aproximándote, sonriendo, como si no existieras, rodeada de tus amigas.
Yo sólo estoy allí.
Permanezco en silencio, casi desearía ser invisible, para observarte sin que te des cuenta. Para mirar tu cuerpo, casi excitado, como se mueve velado por tu blusa. Casi no respiro, te acercas, lentamente, no me miras, pero yo te observo.
Por un instante no existo, solo estas tú y tu sonrisa, que desafía al mundo, incluso al azul del cielo. Pero pasas y entonces me doy cuenta de que si soy invisible. Aunque me hubieses visto, nunca notaste que estuve allí.
Solo queda el viento detrás de ti.
El viento susurrando entre los pinos, diciéndome que ya tienes otro dueño.
Y me quedo parado, mientras a solas veo, entre mis deseos, tus ojos negros, como vacíos, que desaparecen velados por la sombra de tus sueños.
Y hoy me pregunto dónde estás.
Dónde estuviste, unos pocos años atrás.
Cuando tus ojos reflejaban tus deseos.
Cuando tus deseos no esperaban más que al hombre de tus sueños.
Cuando apareció ese espejismo que hoy
es tu marido.
¿Dónde estuviste?
¿Dónde estuve?,
¿Por qué nos engañó el destino?
Hoy no puedo más que verte y desearte desde lejos.
Hoy no puedes más que verme y guardarte tus deseos...
Entre nosotros, solo el viento....